Recetas de la revolución islandesa: «Los objetivos deben ser claros y consensuados, y no se puede parar hasta lograrlos»

Considerado como el trobador islandés por excelencia, el actor y cantante Hördur Torfa fue uno de los primeros rostros en aparecer por Austurvöllur, el principal punto de reunión de la gente de Reykiavik, en octubre de 2008. En aquel momento, los islandeses estaban indignados por los desmanes de sus banqueros y políticos, pero solo algunos de ellos se habían manifestado públicamente. Pronto, Torfa se convirtió en una referencia para una ciudad, y un país, poco habituado a las protestas colectivas. Sin embargo, su experiencia como activista es larga. Se remonta a 1975, cuando fue uno de los primeros personajes públicos en declarar su homosexualidad abiertamente. Aquella acción le valió el rechazo de una sociedad muy tradicional, pero le hizo perder el miedo a emprender acciones de protesta.

Hördur Torfa, en una manifestación.jpg Hördur Torfar, artista y uno de los principales activistas de la «revolución islandesa»: «Los objetivos parecían difíciles, pero eran posibles. Sólo era necesario tener voluntad política» Tras intercambiar varios e-mails y conversar por teléfono, Torfa envió a la “Corresponsalía en Islandia” un largo escrito del que a continuación se reproducen algunos extractos. En ellos explica por qué cree que triunfó la revolución islandesa y cómo contribuyó personalmente a organizar las protestas para que no decayeran. Algunos medios de comunicación españoles han empezado a decir que el movimiento Democracia Real Ya ha puesto límite temporal a las protestas: el 22-M, día de las elecciones municipales y autonómicas en varias comunidades. De ser cierto, ese sería un gran error, según el manual de los activistas islandeses. Para ellos, la clave del éxito fue que decidieron no abandonar su plaza hasta lograr sus objetivos. Estos debían explicarse de forma breve y clara, y, sobre todo, debían estar muy consensuados. Había que escoger las tres demandas que suscribía la mayoría de la gente. De ese modo, se evitaban divisiones y se ganaba fuerza. En su caso, fueron: 1. La dimisión del Gobierno islandés. 2. La dimisión del consejo de la Autoridad de Supervisión de Finanzas. 3. La dimisión del consejo del Banco Nacional de Islandia.

Parecían difíciles y algunos los calificaron de utópicos, pero eran posibles. Sólo era necesario que hubiera voluntad política para llevarlos a cabo. El final de la historia es conocido: lo lograron. Otras claves, expuestas en el siguiente calendario de Torfa, fueron los esfuerzos para evitar disturbios, la identificación mediante un color (el naranja) y el trabajo en red. OCTUBRE DE 2008 “Oí que había una protesta contra el antiguo alcalde de Reykiavik, el ex primer ministro de Islandia y el director del Banco Nacional de Islandia, David Oddson. Fui a verla y descubrí que seguía la misma pauta de las protestas al estilo islandés, una especie de “happening”. Nada organizado ni planeado, sólo un grupo de gente indignada y enfadada, gritando y después marchándose a casa. Al ver aquello, pensé que no iba a tener resultado y que sería olvidado muy pronto. Por eso, le dije a la gente que estaba allí que pensaba ir a manifestarme delante del edificio del Parlamento cada día a las 12. Eso fue el sábado 11 de octubre de 2008. Allí mismo empecé a preguntar a los manifestantes su visión de lo que estaba pasando en nuestro país y lo que les gustaría hacer al respecto. No necesité más de dos días para entender que era necesario organizar una gran manifestación. El primer objetivo era encontrar gente que pudiera ayudar en internet y que fueran buenos oradores. Alquilé un equipo de sonido y un coche para usarlo a modo de “nave de batalla” o “rostrum”. Obtuve permiso para los encuentros en el exterior y colaboré con la policía. Lo hice todo respetando la legalidad establecida en nuestra Constitución y leyes. Por otro lado, desde hace años sabía que los medios islandeses pertenecían o estaban controlados por los hombres de negocios y los grupos políticos, por lo que no podía confiar en ellos. Ellos son, precisamente, quienes han creado nuestros problemas. Por ello, mi único contacto con la gente fue a través de internet. Recibí algunas contribuciones para sufragar esos gastos y hubo gente que se cuidó de la gestión”. Algunas de esas personas se iban relevando y siempre había un plan A, B y C ante posibles contratiempos o deserciones, porque “los individuos somos muy distintos y muchos pierden el interés o de repente dejas de saber de ellos”, añade Torfa. “Por esta razón, durante los dos primeros meses coordiné todas las acciones desde mis teléfonos personales, pero pronto descubrí que estaban intervenidos”. NOVIEMBRE DE 2008 A partir de esta fecha, Torfa empezó a colaborar con Hilmar, una “persona muy bien “conectada” con la sociedad islandesa y con la escena política”. Durante esas semanas, sus teléfonos no dejaron de sonar y recibía docenas de e-mails diarios. “La gente proponía ideas, hacía peticiones, ofrecía sugerencias, soluciones, argumentos, etc. Yo les oía y cuando veía que dos o más de ellos compartían una misma buena idea los ponía en contacto”. Hilmar propuso visitar a la gente que estaba en el poder para transmitirles las quejas y el espíritu de las protestas. Escribimos cartas al procurador del Estado, al ministro de Finanzas, al de Comercio, al presidente de Islandia y al primer ministro. Y los visitamos a todos a lo largo de seis semanas. Obtuvimos resultados interesantes de aquellos encuentros”. DICIEMBRE DE 2008 Llegados a este punto, Torfa creó una organización a la que llamó “Voces del pueblo”. “Mantuve el nombre en plural a propósito”, recuerda. La normativa exige que firmen cinco personas como responsables. Sólo tuvo problemas con uno de ellos. Un porcentaje asumible. Y llegó el momento de concretar las tres demandas principales para llevar a cabo un verdadero cambio en el país. Se trataba de ir más allá de mostrar la indignación colectiva y señalar públicamente a los culpables de la crisis. Los objetivos finales fueron: 1. La dimisión del Gobierno islandés. 2. La dimisión del consejo de la Autoridad de Supervisión de Finanzas. 3. La dimisión del consejo del Banco Nacional de Islandia. “Después de charlar durante semanas con la gente, fue evidente que esas tres demandas eran las más comunes. La mayoría podía suscribirlos y no me parecían irreales. Se podían lograr. Muchos querían que la lista fuese más larga y las demandas eran infinitas. Pero llegué a la conclusión de que debía escoger las más importantes y vi que podían lograrse. En diciembre, mucha gente había empezado a rendirse y a perder interés en las reuniones hasta el punto de dejarlas. Otros estaban preparando la Navidad… Y, mientras, el Gobierno seguía manteniendo el silencio. Así que decidí convertirme en su espejo. Primero expresé delante del Parlamento los objetivos y después organicé una pequeña acción sobre el silencio. Finalmente, encendí 17 velas a lo largo de 17 minutos. Cada una de ellas representaba los años que llevaba el Partido Independiente (conservador) en el poder”. La segunda protesta silenciosa siguió el mismo esquema. Muchos la desaprobaron. Esos fueron los momentos más bajos de las protestas, cuando había menos gente participando. “Lo curioso es que, cuando comencé la protesta silenciosa, un policía vino y me pidió que me fuese de allí. Le pregunté por qué y me dijo que había una reunión en el Parlamento y mi voz les molestaba. Me pareció muy divertido y al instante me vino la idea de lo que después fue conocido como la “revolución de las cacerolas”. El 27 de diciembre le pedí a varias personas que fuesen calentando sus cuerdas vocales y puliendo sus ollas y sartenes”. ENERO DE 2009 “El 21 de enero nos reunimos y empezamos a hacer sonar nuestras ollas para lograr que los miembros del Parlamento nos oyeran”. Esa noche algunos infiltrados que habían bebido más de la cuenta provocaron algunos disturbios. Pero los manifestantes supieron contenerlos e incluso protegieron a los agentes de Policía, recuerda Torfa. “Al día siguiente, pedí a través de los medios de comunicación que la gente no se manifestara por la noche durante los fines de semana”. Para ello contó con la ayuda de “Oscar Ericsson, quien se ofreció para minimizar posibles altercados que pudieran enturbiar las acciones de Austurvöllur, como los lanzamientos de huevos. Su gente se convirtió en nuestro personal “ejército naranja”. Ese era el color que pedimos que llevaran todos los que querían manifestarse de forma pacífica”. Ese distintivo les dio fuerza, asegura el artista. La prioridad era que todo fuese legal y razonado, pero no había espacio para la pausa. “Montamos un circuito de protestas por todo el país”. Y quienes debían entender el mensaje lo hicieron finalmente. BIOGRAFÍA DE TORFA (por él mismo) Nací en 1945, segundo de los seis hijos de una camarera y un mecánico. Tras alternar varios oficios, me gradué en el Teatro Nacional de Reykavik en 1970. Ya en aquella época discutía sobre el papel que deben tener los artistas. Mi visión es que debemos criticar el poder en todas sus formas y a la vez dialogar con él. Para ello, debemos ser espejos, pero no sólo con palabras, sino también con acciones si es necesario. Grabé dos LPs de éxito con canciones propias y poco después decidí ser un artista indepediente. Empecé a viajar por todo el país visitando pequeñas ciudades en las que siempre hablaba con las gentes del lugar. Compartir ideas, hacer preguntas, montar conciertos y trabajar con actores amateur ha sido el aprendizaje más valioso de mi vida. Con el tiempo, desarrollé mi propia visión y técnica. Mi objetivo era motivar a otras personas, hacerles ver lo vulnerables que somos como individuos y lo fuertes que nos volvemos al unirnos, al discutir sobre distintos temas, conocer los datos y hechos que nos ayuden a combatir la injusticia de modo pacífico y argumentado. Basé mi trabajo en una vieja tradición islandesa llamada “Kvöldvaka” (entretenimiento nocturno), que combina espectáculo e información con canciones y narración. Todo cambió en 1975, a raíz de declararme gay públicamente. A partir de entonces, me concentré en el debate de los derechos humanos, algo que los islandeses apenas conocían entonces. Pero me convertí en “persona non grata” en la sociedad islandesa. Me pusieron en una prisión invisible. De repente, muchos se mostraron ausentes y me evitaron. “No me llames, te llamo yo…”, solían decirme. Aun así, no desistí. A pesar de verme obligado a dejar el país -perdí la habitación que alquilaba y nadie quería alquilarme una nueva-, volvía a menudo a Islandia. Y en septiembre de 1976 empecé a organizar en Reikyavik lo que denominé “Concierto de otoño”. Desde hace 35 años, también montó cada primavera el concierto “De las velas”. SU TÉCNICA: “NO PARAR” “En 2008, los gays de Islandia obtuvieron finalmente los mismos derechos que el resto de ciudadanos de este país. Desde entonces, estoy más comprometido con la situación de los refugiados. En julio de 2008, fui a una protesta organizada para denunciar la injusta deportación de Paul Ramses, un refugiado político de Kenya. Entonces descubrí que se trataba de una acción de un solo día. Según mi experiencia, una manifestación de este tipo es inútil y pronto olvidada, tanto por los políticos como por el público. Creo firmemente en la libertad de expresión y la no violencia, evitando cualquier fanatismo. En este sentido, lo que considero más efectivo es repetir tus acciones sistemáticamente hasta conseguir resultados. Solo entonces se puede parar y descansar. Hasta ese momento, mi técnica siempre había consistido en dirigirme a la gente y preguntarle su opinión sobre los distintos temas en un foro informal. Luego dar un concierto y aprovechar la ocasión para destacar que la diversidad es la clave para vivir en una buena sociedad. Después les animaba a movilizarse. Pero en el caso de Ramses, la situación era distinta. Tenía que emprender una acción directa yo mismo y liderar la manifestación. Finalmente, un día me planté delante de la oficina del ministro de Justicia cada día a las 12 y empecé a dar una charla diaria sobre su caso. A continuación, empecé a pedirle a gente que conocía que viniera y diera su opinión al respecto. Mantuve aquellas reuniones breves y pacíficas hasta que el abogado de Ramses puso una demanda contra la Dirección de Inmigración. Entonces, avisé al ministro de que tenía un mes exacto para trabajar en el expediente de Paul Ramses y traerlo de vuelta a Islandia para darle un trato justo. Birgitta Jónsdottir, ahora miembro del Parlamento, también hizo una petición en este sentido, pero fueron acciones separadas. Exactamente un mes después volví al mismo lugar junto a mucha gente. Los asistentes del ministro me dijeron que este había prometido que se pondría a trabajar en el caso en agosto. Le contesté que conociendo a los políticos era significativo que no hubiera concretado el año, y que seguiría liderando la protesta hasta que Ramses estuviese de regreso. Eso fue un jueves y al martes siguiente el ministro anunció que Ramses volvería a Islandia y su caso sería revisado. Desde agosto de 2008, tiene un visado y vive en este país con su familia. Para mí, liderar una acción con éxito requiere hablar con todo el mundo y contactar con el máximo de especialistas en la materia que se está tratando. Después de ponerlo todo en común, hay que confiar en tu propio juicio y evitar tener miedo”. El miedo es el gran enemigo.