Los déficits del periodismo económico

El juicio por presunto impago cometido por Enric Duran, etiquetado por los medios de comunicación como el «Robin Hood de los bancos», ha empezado hoy en Vilanova i la Geltrú.

El País- Jesús García Enric Duran Giralt, El Robin Hood de la banca, ha convertido hoy un juicio contra él por impago en un alegato contra la banca, a la que ha acusado de provocar el endeudamiento de miles de familias. El juicio se ha celebrado en Vilanova (Barcelona) por una demanda del BBVA, que le reclama la devolución de casi 25.000 euros por unos reintegros de dinero que no devolvió. Según ha explicado Duran ante la juez, el contrato debe declararse «nulo» porque el banco no le informó de las condiciones ni de los riesgos del producto. Entre 2006 y 2008, El Robin de la banca estafó casi medio millón a 38 entidades bancarias accediendo a distintos préstamos que nunca devolvía. Duran pretendía denunciar el sobreeendeudamiento provocado por las entidades bancarias. Media docena de entidades le denunciaron por la vía penal, lo que motivó su ingreso en prisión provisional. La causa sigue en fase de instrucción. Hoy, por primera vez, Duran se ha presentado a un juicio civil donde se le reclama la devolución de las deudas.

Tres años después de que Duran denunciara los abusos de las entidades bancarias mediante la serie de acciones que están siendo juzgadas, las cosas han cambiado mucho. Aunque solo aparentemente. Es más bien una cuestión de vocabulario. Siguen faltando voces que, más allá de la Gürtel o alguna indemnización escandalosa, desempeñen un verdadero periodismo de investigación y señalen con nombres y apellidos a quienes forman parte, entre otros, de ese ante abstracto denominado «los mercados». Así, en plural. Ellos sí que son «anónimos»… Al menos, los cuatro jinetes del Apocalipsis estaban debidamente identificados. Y parecían tener caracteres menos volubles. Duran me pidió que escribiese un prólogo para su libro, «Insumisión a la banca». Me temo que hoy apenas si cambiaría nada:

Más allá de la sonrisa cómplice El teletipo de la Agencia EFE del 17 de septiembre de 2008 empezaba hablando de un «activista antisistema» de 32 años. La expresión unía dos conceptos que suenan peligrosos: activista + antisistema. En la frase siguiente decía que la «presunta estafa» era obra de un «hombre». Normal. A los 32 años, los seres humanos son hombres y mujeres. Y en algunos casos, incluso abuelos. Pero en esta sociedad a menudo se les llama jóvenes. Si son artistas, héroes, ganadores de la lotería o víctimas de algún tipo de violencia, escribimos que son jóvenes (e inocentes). Si queremos destacar que son culpables de un delito, entonces hablamos de hombres hechos y derechos (y de premeditación).

Los textos de agencia son, por definición, asépticos, sin literatura. Explican los hechos principales de la noticia, dan la alerta a los medios para que los periodistas echen a correr en busca de más información sobre el tema, si es pertinente. Por eso utilizan pocos adjetivos. Además, los calificativos pueden resultar conflictivos, ya que los teletipos se dirigen a todos los medios a la vez. Algunos de sus «clientes-receptores» son conservadores o incluso de ultraderecha; otros, un pelín de izquierdas. Pero todos sin excepción —periódicos, radios, webs y televisiones— viven de la publicidad, de los anuncios pagados por las grandes empresas. Muchas de las cuales son bancos, y hay que tenerles contentos. A pesar de todas estas precauciones, el teletipo de la Agencia EFE incluía un parágrafo sorprendente. De repente, la persona que lo redactó no hablaba de un «estafador», sino que mostraba su empatía hacia Enric al describir la conversación que había mantenido con él vía Skype del siguiente modo: «Con voz dulce y pausada, el joven relata hoy cómo puso en marcha su plan.» Tal vez aquel día la noticia la redactó un becario que todavía lo es a la edad de Enric o alguien con una hipoteca criminal, como la mayoría de los ciudadanos de esta parte del mundo. De lo que estoy casi segura es de que el redactor sonrió mientras la escribía. Eso es lo que hicimos los periodistas del periódico* donde yo trabajo cuando leímos el teletipo. También nosotros, como la mayoría de los medios de ámbito estatal, elegimos la noticia entre las pocas que son seleccionadas cada día para publicarla. Llegaba justo dos días después de la quiebra de Lehman Brothers y los políticos empezaban a hablar de ayudar a los bancos. Los había que admitían que habían cometido excesos, pero nadie les llamaba estafadores. Jugar con el dinero de los demás es un privilegio que mantienen aún hoy, como siempre remarca Enric. Aquel día casi todos los medios de comunicación bautizaron al protagonista de esta historia con el apodo del «Robin Hood moderno». Curiosamente, este apelativo no aparece ni una sola vez en el manuscrito del libro que estáis leyendo. Enric no lo utilizó para hablar de sí mismo, ni siquiera para explicar que los demás sí que lo hacemos. ¿Por qué? La mayoría de los que leemos con interés la biografía de Enric hemos soñado alguna vez con ser Robin Hood. La figura de alguien que roba a los poderosos que se han enriquecido gracias a las injusticias para dar el botín a los más necesitados es legendaria. Por eso, la etiqueta que le pusieron a Enric le hizo ganarse simpatías. Lamentablemente, es tan mediática que también escondió buena parte del objetivo de su acción. En el primer curso de periodismo, nos enseñan que toda noticia debe responder a seis preguntas: quién, qué, cuándo, dónde, cómo y por qué. En el caso de Enric, la última no interesó demasiado, ni siquiera a las «víctimas» de la presunta estafa, los bancos y las compañías que no quisieron denunciarle. El «cómo» no resultaba fácil de explicar en pocas líneas ni en pocos segundos. No obstante, la mayoría de los medios intentaron resumir la ingeniería financiera que había utilizado para obtener los créditos. En el fondo, se trataba de describir un juego, un sudoku, una anécdota perdida entre el universo mediático. De todos modos, algunos quisieron distanciarse y juzgar la acción. Tal como cuenta Enric, Josep Cuní utilizó un tono «provocativo» y «arrogante» cuando le entrevistó en TV3. El periodista le preguntó si pensaba dedicar el dinero obtenido con los créditos a financiar al movimiento okupa, pero no le dejó suficiente tiempo para expresarse. Enric prácticamente sólo pudo decir que «no». Por suerte, durante el largo periodo de preparación de la acción, Enric tomó precauciones y se aseguró de poder llevar a cabo su explicación sin intermediarios en una revista que no dependiera de publicidad, ni de accionistas, ni de partidos políticos. La publicación de Crisis fue un gran acierto. En aquellas páginas, como en este libro, se cuenta con detalle el «cómo», aunque sobre todo el «porqué». Superficialidad Durante los últimos días de septiembre de 2008, muchos esperamos que los medios hablasen en profundidad del sistema bancario capitalista, pero jamás se generó un debate social. Los países más poderosos se encontraron en noviembre para «refundar el capitalismo» y salvarnos de la catástrofe, aunque todos conocemos el resultado de aquella farsa y, sobre todo, su verdadero objetivo. Nada ha cambiado en estos últimos meses. Los hipotecados del mundo siguen sufriendo a solas dentro de las casas que no quieren perder y los medios «informan» sobre anécdotas, sucesos, grandes declaraciones de intenciones y resultados deportivos. Nada que ver con lo que tiene que ser el objetivo número uno del periodismo: vigilar al poder, marcarlo y denunciar sus abusos. En los últimos años sólo he oído mencionar a un periodista que lo hiciera a jornada completa. Es sueco, se llama Mikael Blomqvist e investiga a empresas que se dedican a especular. Luego publica la información con nombres y apellidos en una revista independiente llamada Millenium. Por desgracia, Blomqvist es un personaje de ficción, el protagonista del gran best seller del año pasado Los hombres que no amaban a las mujeres, de Stieg Larsson. Como Robin Hood, un personaje de ficción. Pero todavía con menos fortuna: no es demasiado popular. Nunca he conocido a ningún compañero que quisiera informar sobre abusos económicos. No suena tan romántico como convertirse en un intrépido corresponsal de guerra; eso sí que queda bien en las películas. Como Blomqvist, Enric nos ha puesto a todos en evidencia: banqueros, empresarios, políticos, periodistas, adictos al consumo… Pero también a los colectivos críticos con el sistema, que siempre se quejan de que sus acciones no llegan a los medios de comunicación de masas. Suelen tener razón, aunque también poca imaginación. Muchas de sus páginas web hablan de paz en un tono beligerante, incluyen tantos prejuicios como los objetivos de sus críticas, y las únicas acciones que proponen para cambiar la sociedad son convocar manifestaciones parecidas a las que organizaron los que ahora se sientan en los grandes despachos. Lo siento, pero eso no es noticia. Por el contrario, Enric lo fue cuando hablo con voz «dulce» y «pausada» para contar una acción diferente, para la que necesitó una fotocopiadora, unas tijeras, estudio y, sobre todo, mucho tiempo. Tal vez este ingrediente sea la clave de todo. Él dispuso de tiempo y no se esconde de ello; la paga de sus padres le ayudó a ser consecuente y poner en práctica sus ideas. Tener que trabajar toda la vida para pagar la hipoteca y los préstamos encadenados es, justamente, la clave de todo. Este tiempo esclavizado es el que no nos deja pensar, el que hace que no podamos profundizar en nada, que no podamos ir más allá de la sonrisa cómplice al descubrir entre las noticias del día que un hombre de 32 años consiguió 492.000 euros engañando a los bancos que nos amargan la vida. Pero Enric no nos está animando a hacer una canallada ni a convertirnos en estafadores. Sus métodos son criticables y legalmente punibles, exactamente igual que lo son los que utilizan buena parte de los grandes empresarios que recurren a la publicidad engañosa, la especulación con dinero que no tienen y el chantaje al pedir a los políticos que les den dinero para salvarles de la quiebra. Enric está hablando de construir alternativas al modelo capitalista y de apoyar a movimientos sociales. Cuando le entrevisté por correo electrónico en noviembre de 2008 con motivo de la cumbre del G-20 comprobé que no responde a los tópicos antisistema que los medios nos encargamos de potenciar. Enric habla de construir alternativas y las argumenta paso a paso, con la lógica de las matemáticas y el ajedrez que tanto le gustan. En su modelo hay incluso espacio para el «dinero». Sólo hay que lograr que deje de ser una forma de acumulación y transformarlo en «una herramienta para vivir mejor». Enric no apuesta por las grandes movilizaciones en la calle, sino por rehacer las relaciones comunitarias. Propone que nos unamos para ayudarnos a conseguir alojamiento, trabajo… Para comer, para aprender. Para no quedarnos solos en casa con la única compañía de las deudas que el sistema nos anima a contraer hasta el infinito. Para no aislarnos nunca, ni siquiera mientras leemos este libro. * Público

3 thoughts on “Los déficits del periodismo económico

  1. «El mundo al reves», los bancos y cajas tienen que ser rescatados, caixa catalunya, pero con el rescate pueden patrocinar los grandes premios de motociclismo y los politicos nos recortan en enseñanza, sanidad cultura para poder ayudar a los pobrecitos del sistema capitalista, o sea esos

  2. «El mundo al reves», los bancos y cajas tienen que ser rescatados, caixa catalunya, pero con el rescate pueden patrocinar los grandes premios de motociclismo y los politicos nos recortan en enseñanza, sanidad cultura para poder ayudar a los pobrecitos del sistema capitalista, o sea esos

  3. «El mundo al reves», los bancos y cajas tienen que ser rescatados, caixa catalunya, pero con el rescate pueden patrocinar los grandes premios de motociclismo y los politicos nos recortan en enseñanza, sanidad cultura para poder ayudar a los pobrecitos del sistema capitalista, o sea esos

Los Comentarios están cerrados.