Son cinco narradores que pudieran ser más, pero no se trata de una antología, sino de una apuesta.
Eloy Fernández-Porta es quien mejor prolonga, en la prosa española nueva, los avances del relato auto-referencial, porque busca recrear el texto, rehacer la narración, convertir a la lectura en el diccionario de lo nuevo; y para mayor intriga, ese catálogo se despliega en el humor de un texto sin tregua.
Robert Juan-Cantavella, por su parte, es autor de una audaz novela de novelas, diagramática y performativa, hecha con la fuerza pasional de las asociaciones felices, entre personajes y situaciones que desmontan la comedia del relato para revelar su centro: la saga pródiga y simétrica de imaginar.
Magda Bandera desde el periodismo analítico puso en práctica un desborde genérico notable por la inmediatez de sus voces y personajes, comunicando espacios extranjeros pero próximos, apropiados por la atención del afecto y la temporalidad de la voz; sus relatos van del reportaje a la ficción, como dos caras del mismo lenguaje, contaminándonos de su fuerza veraz, allí donde los personajes se buscan para nombrarse.
Miquel Bota, que publica aquí por primera vez, se demora en el proceso indagatorio de la experiencia catalana, y lo hace desde la biografía de su propia voz; estas primeras pruebas de su dedicación cristalizan visiones del mundo en transición.
Jorge Carrión, en cambio, ha preferido ensayar el relato de viaje, el ensayo de interpretación y el testimonio de la subjetividad, imbricados en la crónica de los lugares y la temperatura de la sensibilidad; su registro reverbera, salvado de la desventura cotidiana por la belleza insólita de lo actual