‘El último recurso’

–Y usted, ¿cómo se define?
–Soy gestor.
–Bien. ¿Y cuáles son sus gestas?
–Gestiono recursos humanos.
–¿Tiene muchos?
–¿Cómo?
–Recursos.
–Supongo que sí. Tengo una licenciatura y dos másters.
–Ya veo. Y humanos, ¿conoce usted bastantes?
–Imagino que lo normal.
–Parece confuso. ¿No le gustan mis preguntas?
–Digamos que no son habituales.
–Este trabajo tampoco lo es. Calcule cuántos humanos vio usted ayer y vuelva esta tarde para seguir con la entrevista.

El gestor tomó asiento en el café de los vasos de cartón, se buscó las ojeras con los dedos y las encontró donde siempre. Las pupilas eran más díscolas. Se escapaban a recorrer las paredes, los gráficos de las páginas de economía y el trasero de las camareras. La derecha tenía, además, un incómodo temblor. Finalmente, cerró los ojos y decidió no abrirlos hasta resolver los cálculos pendientes.

El día anterior había despertado en una ciudad que no era la suya, aunque se había acostumbrado a ella. Aquella mañana no compartió silencio con nadie en el ascensor y en el garaje sólo vio a una persona con un carrito de niño. Probablemente, el bebé iba dentro y la mujer era bella, pero le faltó curiosidad para comprobarlo.

Resultaba difícil determinar el número de individuos con los que coincidió en el párking de El Prat, porque no sabía si debía incluir a los conductores. Al final concluyó que fueron 30. Camino de la puerta de salida esquivó a unas 220 personas. Quizá el verbo “esquivar” no era el más apropiado, después de todo a algunas de ellas las vio a más de 100 metros de distancia. Optó por registrar a los pasajeros de la cola de embarque junto a la tripulación. En total, unos 190. El capitán no contaba, era invisible, tal vez automático.

El gestor abrió los ojos para tomar un sorbo de café. De repente, recordó que una azafata había derramado una taza de té sobre su chaqueta.

–“Nada, nada”, le contestó y se dejó limpiar mientras seguía jugando con su agenda electrónica.

Al llegar a Barajas coincidió con otros 320 seres vivos, todos ellos exclusivamente humanos. En el metro, tres trasbordos y seis pasillos suponían unas 1.000 personas, en ocasiones a tan sólo cuatro centímetros de su corbata.

Llegó al despacho en el momento en que la secretaria se estaba arreglando las uñas. No levantó la mirada de la lima, pero, aun así, sumaba una persona más. Otras tres estaban encajadas en sus respectivas cabinas. Tecleaban con estruendo para justificar el subsidio que recibían del Inem.

Diez horas después el gestor compró un bocadillo en un autoservicio idéntico al del mediodía. En ambos había visto una cincuentena de portadores de bandejas. Hasta llegar a su asiento con ventanilla se repartió el oxígeno con unas 500 personas, metro incluido.

En el párking no vio a nadie. En las calles, sólo coches, un paseador de perros y una pareja que se besaba a conciencia. ¿Contaban como dos o como sólo uno? Al gestor se le escapó una sonrisa almacenada.

Carla fue la última persona de su día. Al verla, estuvo a punto de besarla, pero se entretuvo retirando el mando del televisor de su mano dormida. Ella debió darse cuenta:

–“Ya estás aquí”, dijo.

Sentado en la cafetería de los cafés solos, contó las palabras de su mujer. Las tres tenían un sentido extraño.

–“Acuéstate, por favor. Mañana madrugo”, añadió, inquieta.

Cinco palabras nuevas. En apenas 30 segundos, Carla había construido tres frases. A lo largo de todo ese día, el gestor había visto unas 2.369 personas con un margen de +- 50. El número de palabras pronunciadas fue 2:

–“Nada, nada”.

La culpa no era suya, sino de las compañías aéreas, que ya no sirven bebidas gratis. Imposible charlar sobre los cubitos del zumo de tomate.

El gestor se mostraba positivo. No entabló ninguna conversación porque no lo necesitó. En caso contrario, podría haber apretado la alarma. Junto a la luz de los cinturones de seguridad, hay siempre un botón con la figura de un humano con faldas. Funciona como último recurso, excepto en caso de accidente.

Publicado en: Cultura|s, suplemento cultural del periódico La Vanguardia, 23 de abril de 2004

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