Ceguera general

Al entrar en la estación de metro de Passeig de Gràcia el pasado lunes se me acercó un chico que parecía recién salido de una película de Kevin Smith: el pelo largo y lacio, una sudadera que chorreaba por todas partes y la piel reseca. El desaliño y la cara de siesta le estaban complicando el día y a aquellas horas de la tarde aún no había hecho demasiadas encuestas, así que no supe resistirme. Eran sobre TMB (Transports Metropolitans de Barcelona) y más concretamente de la línea 3 (verde). Muchas preguntas sobre los olores del metro, la temperatura ambiental de los vagones y la seguridad en las instalaciones. (Y ahora que lo pienso me da rabia no haber aprovechado la ocasión para decirle que me pone tremendamente nerviosa que me repitan una y otra vez que “per la meva seguretat hi ha càmeres de vigilancia” por todas partes). El caso es que mi metro no tardó en llegar y tenía que cogerlo, por lo que Kevin decidió acompañarme durante el trayecto. No había demasiada gente y éramos los únicos pasajeros que estaban de pie en la plataforma. Al llegar a la primera parada una señora se bajó y su asiento quedó libre. El muchacho, que vio que mis pintas y mi cara de siesta no eran mucho mejores que las suyas, me dijo que podía sentarme si quería. Y lo hice. Desde las alturas, me hizo una nueva pregunta: – ¿Qué mejorarías del metro? Antes de que yo pudiera contestar se me adelantó la chica que estaba sentada a mi lado, embutida entre mis veinte abrigos y los del señor de su izquierda: – ¿Puedo decir qué mejoraría yo del metro? Y antes de que Kevin le diera permiso volvió a expresarse: – Yo pediría que hicieran más graffitis en los túneles y que fueran más bonitos que los que hay ahora. Su voz sonó fuerte y todos los pasajeros la miramos. Ella no pudo hacer otro tanto. Llevaba una vara larga y los ojos perdidos en direcciones que rara vez coincidían. Kevin se quedó helado y no supo responder. El señor de la izquierda se agitó en su butaca y los viajeros de enfrente miraron hacia nuestra hilera. El silencio era total.

También a mí me costó reaccionar y cuando finalmente lo hice le di un pequeño codazo. – Tú eres una cachonda, ¿verdad? – Pues sí –dijo. Y a continuación se le escapó la risa-. Pero es que me cuentan mis colegas que los túneles son muy oscuros. Y eso es un rollo. «Valen» que uno se acostumbra, pero yo de vosotros me pediría más colores en el metro, que los viajes son largos y tanto negro es muy aburrido. – Pues tienes razón. ¿Puedes apuntar eso en las propuestas? –le dije a Kevin, pero él no me contestó. Estaba algo nervioso y se echaba el pelo constantemente detrás de la oreja. – ¿Podemos seguir con la encuesta, por favor? – Sí, sí, claro. Entonces me pidió que puntuara del 1 al 10 una serie de frases o eslogans (yo no sé qué nombre ponerles, la verdad) del tipo: – TMB es una empresa que hace muchas cosas. – Un 2. – Los transportes de Barcelona hacen que la ciudad sea más bonita. – Otro 2. Y llegamos al turno de los datos personales. – Creo que no te voy a dar ninguno –me disculpé. – Bueno, son voluntarios, pero yo te tengo que hacer las preguntas igual. ¿Nivel de estudios? – Universitarios -claudiqué. – ¿Profesión? – Periodista. – ¿Eres el cabeza de familia? – Pues ya nos estamos pasando… No te contesto más, lo siento. – Yo sigo, ¿vale? – Sigue. Kevin me pidió el teléfono para comprobar los datos. Cuando se despidió aún parecía algo abochornado. – Te has pasado mucho con el chaval -me dijo mi vecina. – ¿Por qué dices eso? – A todo le ponías un 2. – ¿Pero tú has escuchado las frases? Eran absurdas, de parvulario. – Un poco sí, la verdad. Y como tú te dedicas a eso… – Además, no me he pasado. Te has perdido el principio de la encuesta. Cuando me preguntaban por los servicios de la línea verde le he dado muchos «8». Y eso que no hay un solo ascensor en la estación de Passeig de Gràcia. De accesibilidad, nada. – Eso es lo habitual… En fin… Lo peor es que el metro no llega a las ciudades, sólo a dos, a las que están justo al lado. El de Madrid funciona mejor. Llega hasta Barajas. – Mejor no hablar mucho de ampliar el metro con la que está cayendo… – Desde luego. Podríamos aprovechar para arreglar los precios. Tendrían que poner más ayudas para los mensuales, que cuestan una pasta. UIna familia de tres personas donde todos que tengan que comprarse el abono… Hay gente que va justita. Mientras hablábamos miraba sus ojos, a pesar de que resultaba muy inquietante no hallar respuesta en ellos. Sin embargo, estaban rodeados de pequeñas arrugas muy expresivas. Lógico, porque no paraba de sonreír. Lo hizo durante todo el trayecto. Pero la suya no era una sonrisa absurda de esas que se dibujan quienes han leído muchos manuales de autoayuda. Era de verdad. Aun así, no sé cuál fue su verdadera razón para pedirle grafitis a aquel muchacho. Su ironía no era pretenciosa. Tampoco su bastón, una improvisada vara que parecía haber servido para colgar cortinas en fechas recientes. Llevaba el pelo teñido de un rubio escandaloso y estaba tan despeinada como el bueno de Kevin. Su abrigo debería ser más caliente. Mi estación llegó antes que la suya. Me despedí deseándole suerte y ella hizo lo mismo. – Y acuérdate de los grafitis –añadió. – Lo haré. Escribiré algo sobre esa historia un día de estos –le dije. El lunes no pude hacerlo. Al recordar ahora ese extraño día que empezó nevando, pensaba que últimamente mis viajes relámpago a Barcelona se están convirtiendo en una especie de metáfora del surrealismo que estamos viviendo. Ya no sé qué resulta más sorprendente. O quizá debería decir más «lógico»: – ¿Una ciega pidiendo grafitis llenos de color? – ¿Zapatero aclamado por la derecha francesa y abucheado por la izquierda? – ¿Una comisión de investigación formada por políticos que no investigan, sino que se limitan a discutir y no escarmientan? – ¿Unos medios de comunicación y una opinión pública que no objetan nada al hecho de que el borrador de recomendaciones de la comisión del 11-M incluya “un régimen especial de escuchas” cuando pusieron el grito en el cielo cuando los estadounidenses tomaron medidas semejantes tras el 11-S? Claro que tras escuchar a varios subdirectores de diarios catalanes comentar en el programa “Àgora” (Canal 33) que desde hace años lo del 3% no es ninguna novedad en las redacciones no vamos a escandalizarnos por el hecho de que a nadie se le haya ocurrido ponerse a investigar qué había de cierto en el tema. Ni antes ni ahora. Será que aquí nadie tiene vocación de reportero estrellita ni aspira a descubrir ningún Watergate, porque ya vivimos, y muy bien, nadando entre las variadas aguas del «oasis» catalán. Será que aquí incluso los camellos tienen seny y son discretos.

6 thoughts on “Ceguera general

  1. y eso que no viste a la vicepresi en Pecado Original responder a una pregunta sobre el conflicto saharaui…. para troncharse. eso si que es cinismo.

  2. ja, ja, ja, pues casi, le pregunto el de tocando las bowlings con algo de mala leche en ls presentación de una revista en CCOO o en UGT creo y dijo cuasitextualmente que usted ya sabe que en este gobierno somos muy sensibles y apoyamos la causa del pueblo saharaui…. de coña vamos, que no se lo cree ni ella.

  3. A veces exigimos demasiado de la polítca, me temo. Pedimos limpieza en la ejecución, en temas que són feos de discutir, como quien gana y quien pierde.

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