Blanco y negro

Ayer nos reencontramos en Barcelona el «equipo» que fue a Kosovo el año pasado: Rafa Panadero, -madrileño-manchego-, Boris Matijas –serbocroata- y yo misma –catalano-malagueña- (sólo faltó Tatiana Donoso). Tuvimos un acalorado debate sobre nacionalismos, intentaré reproducirlo un día de estos. De momento, recomiendo visita a la página de Boris, donde hoy explica lo siguiente:

Mi madre es croata y mi padre serbio. Perdieron la guerra los del lado de mi padre así que, junto con mi madre, dejamos la patria. Cinco años después volví a Dalmacia. La última vez que había estado allí llevaba puesto el uniforme del enemigo. A parte de algunas fachadas pintadas, unos cuantos bares y tiendas nuevos, nuevos graffiti, nuevas caras y la nueva bandera, no han cambiado demasiadas cosas.

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La parte «dulce» de Kosovo

Pelivan DjingicAl escribir las últimas anotaciones he recordado un pequeño reportaje mío que se quedó en la «nevera» de una redacción. Tal vez porque va de dulces.. En fin, cosas que ocurren. Es la historia del pueblo gorani, muy desconocido, a pesar de vivir en el corazón de Kosovo. Boris Matijas nos habló de ellos durante el viaje que hicimos en septiembre Tatiana D., Rafa Panadero, él y yo. También Boris ha escrito sobre esta comunidad, que sobrevive entre grupos étnicos enfrentados a su manera. Algunos ex yugoslavos los tienen idealizados, dicen que han sido los más inteligentes, porque supieron mantenerse al margen de la locura colectiva. Entre la comunidad albanesa encontré comentarios semejantes, pero también algunas críticas. Su neutralidad fue vista como una «indefinición» interesada para salvarse. La charla que mantuvimos los cuatro con Pelivan en su pastelería de Mitrovica fue muy agradable. Este pastelero es un hombre realmente carismático. Ejerció de pseudo embajador y coordinador del servicio de prensa internacional que se estableció espontáneamente en su pastelería cuando empezó a llegar la manada formada por periodistas de todo el mundo que no sabían dónde quedarse, ni cómo orientarse. Nos invitó a unos pasteles buenísimos.

“Los goranis somos como las abejas. No nos importa el lugar ni el Estado en el que vivimos, volamos de una flor a otra sin problemas”, explica Pelivan Djingic. Por supuesto, a este pastelero de Kosovo también le encanta la miel. Esta pasión por lo dulce es muy importante en estas tierras. La palabra Balkan proviene de otras dos de origen turco que significan “sangre” y “miel”. Los 30.000 integrantes de la minoría gorani han optado por potencia la segunda y sobrevivir a su manera en la región más conflictiva de Europa. En Kosovo viven, aproximadamente, dos millones de personas, de las cuales el 88% son albaneses y el 7%, serbios. Junto a los gitanos, los goranis son la minoría más numerosa.
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Crisis inminente en Kosovo

El International Crisis Watch insiste y hoy publica un nuevo informe sobre Kosovo en el que alerta de que la tensión y los peligros se incrementan por momentos:

Kosovo: Toward Final Status Pristina/Belgrade/Brussels, 24 January 2005: The situation in Kosovo is increasingly dangerous, threatening wide-scale unrest and even renewed war. Urgent progress must be made toward establishing Kosovo as an independent state, but only on the basis of fully guaranteed protections for its Serb and other minorities.
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El daño de la literatura

El cuadernillo de «Cataluña» de El País de hoy incluye un interesante artículo firmado por Monika Zgustova titulado «El daño de la política, el daño de la literatura». Como es difícil conseguirlo más allá del Ebro, extracto algunos párrafos bastante relacionados con las anotaciones y comentarios anteriores:

«La literatura tuvo tanta culpa como la política en las guerras de la ex Yugoslavia». Esa frase me desvela de mi dolce far niente, estado que suele apoderarse de mí en las conferencias. En ésta, organizada por Ethnos con la colaboración de la Casa del Este, dos conferenciantes, la filósofa serbia Maria Djurdjevich -que, hace unos meses, llevó a la práctica la idea de fundar la Casa del Este, asociación que reúne esencialmente a los países ex comunistas del centro y el este europeo y que ya ha organizado un ciclo de conferencias y un festival de cine, entre otras actividades- y el escritor kosovar Gani Jakupi, ambos exiliados en Barcelona por las guerras de la ex Yugoslavia, hablan del Kosovo cinco años después de la guerra. La sala de lectura de la biblioteca de Sitges está llena. Mientras escucho las explicaciones sobre Kosovo -un país que tiene el 70% de paro, el 75% de población joven está sin trabajo, la economía está inmovilizada y Occidente se lava las manos- me sigue resonando en los oídos la terrible frase sobre la culpa de la literatura. Al acabarse esa charla a dos voces, a la hora de las preguntas, planteo mi duda no sin temor ante la respuesta.
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Dos amiguetes

Pequeños grandes amigosMe preguntaba Francesc, de El inconformista digital, si había hablado con niños kosovares. Lo cierto es que muy poco. Apenas si pudimos cruzar algunas palabras con unos chiquillos que jugaban en Orlovic, una aldea serbia cerca de la también ciudad serbia de Gracanica. Al ver llegar a cuatro extranjeros a un lugar donde nunca va nadie, salieron corriendo a curiosear. Cuando descubrieron que éramos españoles empezaron a soltar todas las palabras que sabían en castellano. Y no eran pocas: – Amor, te quiero mucho, imbécil, ¿cómo estás?, ¿cómo “se” llamas?, Esmeralda…
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