Estos días, en que la soldado Lynndie England ha sido convertida en la personificación del mal, vuelve a hablarse de la soldado buena, Jessica Lynch. La película basada en su rescate se estrenará el próximo mes de noviembre. El guión es secreto, aunque es más que previsible que ignore las declaraciones de Lynch y sus desmentidos. La verdad es poco peliculera, al menos según el decálogo de Hollywood y sobre todo del Pentágono. El reportaje que esta noche ha emitido el programa 60 minuts analiza las «amistades peligrosas» entre estas dos instituciones. Hollywood i el Pentàgon: amistats perilloses es una producción de Maria-Pla Mascaró para Capa TV que explica el modo en que el Pentágono supervisa los guiones que solicitan su ayuda, bien sea en dólares o en especies -tanques, aviones, etc-.
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Cine
Extrañas conexiones
Mientras esperaba en la cola del cine el pasado viernes, vi cómo tres emigrantes recogían a toda prisa sus mantas llenas de cds piratas. Uno de ellos intentó meterlos dentro de una papelera. No cabían. Los otros dos echaron a correr rambla abajo. La gente que paseaba los miraba y comentaba divertida que no era la primera vez que veía aquellas carreras. Yo misma presencié otra la semana pasada. En aquella ocasión el policía llegó sin que nadie se diera cuenta, se agachó y dobló los picos de la sábana en un instante con tanta pericia como el vendedor que le miraba sin moverse. Esta mañana una mujer de unos sesenta años se me ha acercado discretamente. Me ha preguntado si necesitaba verdura. En el coche, mal aparcado, tenía semiescondidas unas bolsas llenas de alcachofas y otras de habas recién cogidas de su huerto. Su marido estaba vendiendo unos kilos a otra vecina. De ese modo se sacaban un sobresueldo. No sé cuánta falta podría hacerles.
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Las espigadoras
La película de Agnès Varda Las espigadoras trata sobre la gente que practica la recuperación de objetos e incluso vive de ellos. En su filme aparecen personas que se alimentan exclusivamente de los restos de los mercados al aire libre y otras que recogen las patatas que desecha la máquina recolectora. Viéndola me acordé de la rebusca que se practica en mi pueblo -el de mis padres-. Después de que se haya recogido oficialmente la almendra, muchos van a rebuscar entre las que se han quedado en el árbol. Después pueden revenderlas o utilizarlas para su propio consumo. Hoy he visto la segunda parte de Las espigadoras. Se llama Dos años después y es decepcionante. Apenas una hora y pocas sorpresas. Además, sobra algo de autopromoción, Varda dedica demasiados minutos a mostrar sus premios y los halagos de sus espectadores. Aun así, vale la pena si no se ha visto la primera parte. Plantea cuestiones interesantes. Y el final, esa dedicatoria a quienes participaron en la manifestación del 1 de mayo de 2002 en Francia, es muy acertado. En esa ocasión, protestaban contra el Frente Nacional de Le Pen. Deberían hacerlo estos días. Chirac apela a los votantes del partido fascista para frenar a los socialistas. Una práctica tan triste como generalizada y preocupante. (Llevo días evitando hace referencia a los exabruptos de Aznar. Voy a ver hasta cuándo aguanto).
30 euros
Hoy he visto dos veces la película No hay motivo. La primera, esta tarde en el CCCB de Barcelona. La cola que esperaba cada sesión era larguísima. Luego he vuelto a verla en Flaix TV. La repetirán mañana por la noche. Es una cinta muy irregular, hay algunas obviedades, pero, sin duda, muchas verdades. Se me han quedado muchas escenas grabadas, como esa verja de Ceuta. Mucho estamos hablando del muro que construye el gobierno de Sharon en tierras palestinas y poco decimos del nuestro y del de Marruecos en el Sáhara. (Ver el vídeo aquí) También es difícil olvidar ese policía golpeando a la chica en la manifestació contra la invasión de Irak. Lo habíamos visto por internet infinidad de veces, pero en la gran pantalla impresiona. Como el manifiesto de los trabajadores anónimos de Antena 3 leído por Carmelo Gómez. Muchas mujeres hemos hablado de esos partos impersonales que retrata Icíar Bollaín. Parturientas monitorizadas, rodeadas de gente vestida de verde. La postura absurda «para que el médico pueda ver bien». Apretar hacia arriba. Al revés. (Ver el vídeo aquí) Al menos en este video no había cesárea. Hoy día es difícil librarse del bisturí. Vi un parto en directo no hace demasiado. No entendí aquellas tijeras innecesarias. ¿Falta de tiempo del doctor? Mejor lo explico otro día. Hay una frase que hiere al espectador en algún lugar que no sé determinar. En mi caso fue un golpe en el esternón, justo entre las costillas. La pronuncia esa chica del poblado de Las Barranquillas. Los ojos turbios, pero no el pensamiento. Los efectos de la droga tampoco le restan contundencia cuando dice «Aquí venimos a morirnos. Que lo sepáis«. Duele. La olvidaremos mañana, probablemente. Pero, hoy, mientras la escuchamos -nos habla a nosotros y no nos deja escaparnos-, hoy duele. Y, sin embargo, es otra historia la que más me revuelve las tripas. No es la más dramática. Al menos aparentemente. Se llama Mis 30 euros. (Ver el vídeo aquí) Trata de un hombre que trabaja en las obras del Plan Barajas. El día en que Aznar fue a inaugurar lo que aún no existe, muchos meses antes de que exista, pocos días antes de las elecciones.
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